fbpx

Luz de Levante. Luz de Poniente. Pintores en la costa atlántica de Cádiz y el Estrecho de Tarifa

Ella preguntaba por los vientos, cuántos eran, qué significaban, qué efectos producían sobre la pesca, sobre las plantas, sobre el ánimo de toda esa gente que parecía planificar su vida entera en función del levante, del poniente, del viento sur, del calor o el frío, la humedad o el aire seco (…).

Almudena Grandes, Los aires difíciles, 2002

Con el post de hoy inauguramos una nueva sección del Blog titulada Fenómenos ARTmosféricos, que englobaría todas aquellas entradas que establecen una relación entre los fenómenos meteorológicos, la literatura, los viajes y el arte. Podremos ver, por ejemplo, los distintos tipos de nubes que definen cielos pictóricos, cómo el viento puede plasmarse plásticamente, las observaciones climáticas de los viajeros o la presencia de la lluvia en distintos museos. En relación con esto último, ya realizamos un post sobre este fenómeno meteorológico en el Museo CarmenThyssen Málaga, cuya colección permanente también alberga las luces y atmósferas que envuelven las marinas malagueñas de Guillermo Gómez Gil.

MEDIO FÍSICO, TERRITORIO HISTÓRICO, PAISAJE DEL VIENTO.

En este caso, planteo un viaje hacia la costa atlántica gaditana en general, y a Tarifa en particular. Desde la llamada «Ciudad del Viento» hasta Sanlúcar de Barrameda, la provincia de Cádiz presenta un relieve orientado al Atlántico, con numerosas sierras interiores que generan cuencas visuales abiertas al oeste, es decir -y siguiendo la metáfora que un día me regaló mi maestro Juan Fco. Ojeda Rivera-, todo un «graderío de sierras que se abren al gran Océano». Este arco atlántico gaditano posee un clima típicamente mediterráneo, pero que -tal como me insistía en el año 2000 mi profesora y directora de tesis, María Fernanda Pita López- posee una peculiaridad climática: la omnipresencia de los vientos de Levante y Poniente.

Este medio físico ha condicionado la evolución y pautas de un territorio histórico conformado en gran medida por los señoríos atlánticos gaditanos. En efecto, los vientos en las sierras, campiñas y costa oeste de la provincia de Cádiz, no sólo son un fenómeno climático más; han influido en las formas de explotación -agricultura, ganadería, pesca-, en el devenir histórico, en el carácter de sus habitantes. Prueba de ello es, por ejemplo, la notoria presencia de usos ganaderos y forestales en tierras de potencial vocación agrícola, especialmente al sur de Vejer de la Frontera, en gran parte debido a la limitación que ha supuesto siempre el Levante.

Pero Eolo también ha influido en la manera de entender el paisaje, algo que no ha pasado de largo para aquellos que han observado el poder de los vientos en estas tierras. Este hecho ha sido retratado desde distintas representaciones culturales como, por ejemplo, las obras literarias; baste comentar el citado libro de Almudena Grandes o los textos de los viajeros que pasaron por el Estrecho, esto último ya tratado en un post anterior titulado El Estrecho de Gibraltar en la literatura de viajes.

Y, por supuesto, no podemos olvidar la pintura. Centrándonos en el objetivo de nuestro post, nos hacemos de entrada la siguiente pregunta: ¿cómo han visto y representado este paisaje del viento los pintores? Seguimos formulando preguntas: ¿se puede retratar la fuerza del viento? ¿Cómo se comporta el mar según sople un viento u otro? ¿Al Sur del Sur se distingue siempre África en el horizonte? ¿Hay nubes? ¿La luz es transparente o turbia? ¿La atmósfera torna hacia el azul o se hace amarilla? ¿Qué sensaciones físicas y emociones despierta cada viento? ¿Confort y placer? ¿Terrible expulsión del Paraíso? ¿Pueden llegar los vientos a gobernar nuestras vidas como a los personajes de Los aires difíciles?

¿Cómo representar el viento? ¿Cómo captarán los pintores la fuerza y las luces de los aires gaditanos? Fotografía de Manuel Rojas de un temporal de Levante en Tarifa (septiembre de 2001).

La omnipresencia del viento en la costa de Cádiz y el Estrecho es patente con tan sólo viajar unos días y saber mirar el entorno. En el Atlántico gaditano el viento forma parte del paisaje, no solo por las huellas territoriales existentes o la influencia que ejerce también en el paisanaje, sino, sobre todo, por la presencia de luces y ambientes singulares según la dirección del mismo. En el caso del Estrecho, la variabilidad de atmósferas de la rosa de los vientos de Tarifa crea paisajes continuamente cambiantes en la boca del angosto paso marítimo, hecho potenciado por las numerosas referencias visuales existentes -potentes geoformas, diferentes ciudades- y los fenómenos meteorológicos asociados a los distintos tipos de viento. Así, con cada hijo del dios Eolo se observa un peculiar estado de la mar en el Atlántico y el Mediterráneo, tenemos la presencia visual o no de África, una mayor o menor transparencia del aire, o un color específico del cielo; y con cada viento se asocian distintos tipos de hidrometeoros -nubes, lluvias, brumas, nieblas- y litometeoros -calimas o polvo-.

En el gráfico inferior se observa el gran porcentaje de días ventosos en Tarifa -sólo el 3,2% son calmas-, indicándose en color rojo la velocidad media de cada viento. Habría que matizar que en otoño e invierno los vientos en el Estrecho son muy variados, ya que contamos con Norte -cuando sopla, la transparencia del aire es completa y África se presenta visualmente muy cercana-, Vendaval -procedente del suroeste y que provoca fuertes temporales de lluvia-, o Surestá -o Levante largo, temporal de viento del Este asociado a borrascas que azotan todo el mar de Alborán-. Sin embargo, en primavera y verano dominan de manera absoluta los dos vientos característicos que centran ahora nuestra atención: el Levante y el Poniente.

Rosa de los Vientos de Tarifa (Cádiz), con dominio de los vientos de Levante y Poniente. Fuente: elaboración propia a partir de los datos proporcionados en 2002 por el Instituto Nacional de Meteorología, hoy AEMET.

SOPLA LEVANTE EN EL ESTRECHO.

Ruge el viento del Este. Hacia el Sur, África oculta sutilmente sus más bellos perfiles tras un turbio velo; el mar, agitado en las más estrechas angosturas, se estrella violento contra los altos farallones. Por el Oeste, un cielo limpio de nubes refleja un calmado Atlántico que baña playas de finas arenas que, empujadas por el viento, se acumulan en enormes dunas que avanzan hacia el Oeste. Hacia el Norte y Este, amables y desdibujadas sierras cierran un paisaje plagado de árboles retorcidos y abanderados que indica quien manda en estos pagos.

Desecante, caluroso, terral, turbulento, impetuoso, intenso… son algunos de los calificativos que podemos dar al Levante de verano en la costa atlántica. En la bahía de Algeciras y vertiente mediterránea gaditana, de donde procede, es húmedo, fresco y suave, por lo que hablamos de un claro efecto Foehn. Con levantera en el Atlántico, la bóveda celeste se tiñe de un velo lechoso característico, suben las temperaturas, se seca el ambiente y el paisaje queda envuelto por una luz blanca, intensa, tórrida, fulgurante. La luz de Levante es tan característica, tan peculiar, tan extraña al viajero que llega a este confín de Europa, que cuando “no hay Levante” el paisaje ya no es el mismo.

Cualquier observador identifica la entrada del Levante con la presencia de “el taró”, espesa niebla que cubre las angosturas del Estrecho y no permite ver el continente africano. También por las “barbas”, nubes de origen orográfico presentes en las sierras del Bujeo, Luna, Cabrito y Ojén -cordón montañoso que separa la bahía de Algeciras del litoral atlántico-, señal característica del viento procedente del Este. Según los lugareños aparecen cuando “el Levante viene bien agarrao”, es decir, cuando el viento soplará varios días seguidos. Si no se presentan se estaría ante un Levante pasajero, casi anecdótico, por lo que la presencia de estas nubes avisa de varios días de Levantera.

Este fenómeno fue observado por el pintor francés Eugène Delacroix (1798-1863), cuando estuvo varias semanas en el Estrecho a causa de una cuarentena. En 1832 se encuentra en el paso marítimo con la intención de realizar un viaje de seis meses a Marruecos y Argelia; se conocen muy bien los pormenores de este viaje gracias al diario del artista, a sus cartas dirigidas a sus amigos y al álbum de croquis que elaboró, en el que habla de su estancia en Tánger, Fez, Orán o Argel. Así describe Delacroix en su Carta a Pierret frente a Tánger (24 de enero de 1832) su paso por el Estrecho:

Saliendo de allí ayer por la mañana, contábamos con que estaríamos en Tánger ayer por la noche. Pero el viento, que primero era insuficiente, se levantó tan fuerte al atardecer que nos vimos obligados a cruzar totalmente el estrecho y entrar a pesar nuestro en el Océano. Hemos pasado muy mala noche; pero por la mañana ha cambiado la suerte y hemos podido volver sobre nuestros pasos, y esta mañana, a las nueve, hemos echado el ancla enfrente de Tánger.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es 1_DELACROIX_BARBAS-levante.jpg

Las «Barbas del Levante» o nubosidad de estancamiento en las Sierras del Estrecho cuando sopla el viento del Este fueron retratadas por Eugène Delacroix en 1832. Esta humedad extra aportada en la época cálida es la causante de que estas sierras alberguen espectaculares «bosques de niebla», de los cuales hablaremos en otro post. Fuente: Fernández Lacomba, J., Garófano, R., López Ontiveros, A. y Romero de Solís, D. (2007). Los paisajes andaluces. Hitos y miradas en los siglos XIX y XX. Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía / Colaboración del Centro de Estudios Paisaje y Territorio. (Catálogo).

Al margen de la fuerza del viento, otra de las singularidades que encuentra un observador en un día de Levante es la luz, blanca, vaga, calimosa, cálida y sensual que envuelve el arco atlántico gaditano. En el interior campiñés, la calima invade el paisaje de forma que la escena observada pierde contraste y horizontes. Esa luz turbia es magistralmente revelada por Hernán Cortés, gaditano nacido en 1953, cuya obra es considerada como uno de los capítulos ineludibles de la pintura realista contemporánea. Aunque es más conocido por sus retratos, sus paisajes exploran el mundo de la luz, especialmente el de la costa gaditana, de la que dice que “es muy difícil de pintar porque tiene mucha refracción e inunda el paisaje en una atmósfera blanquecina en la que desaparecen los contrastes que son tan necesarios como soporte para la arquitectura del cuadro”.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es 2_Hernan-Cortes-levante-cadiz.jpg

Turbia y blanquecina luz de Levante en Hernán Cortés, Paisaje, 1987. Madrid, colección particular. Fuente: Caja San Fernando de Sevilla. (2005). La luz de Cádiz en la pintura de Cortés. Sevilla (Catálogo).

Esta luz del Levante se muestra también en un cielo lechoso que puede rastrearse en la obra de Felipe Abárzuza (1871-1948). Nacido en Cádiz, realizó estudios de Bellas Artes en la Tacita de Plata y completó su formación en Madrid, ciudad en la que tuvo como profesor a Joaquín Sorolla, que ejercería una notable influencia sobre su pintura. Felipe Abárzuza fue uno de esos referentes capaces de renovar con su vuelta a la capital gaditana el ambiente artístico de la ciudad –fue creador del Círculo Gaditano de Artes y Letras de la década de los años 20-, trayendo de Madrid los aires nuevos del luminismo y los postulados del impresionismo.

Toda la costa atlántica gaditana es objeto de la mirada del pintor, que se muestra como un artista con capacidad para transcribir la luz, potenciando las sensaciones y definiendo atmósferas. En este caso, la del Levante, luminosa, blanca y amarilla, cálida y veraniega. También el mar presenta un aspecto característico en la costa gaditana en días de levanteras, cuando las blancas arenas vuelan sobre las dunas y el Atlántico se encuentra en relativa calma. La obra de Arbázuza sobre la playa de La Barrosa –que podría ser también Los Lances, Valdevaqueros o Bolonia- remite inevitablemente a Sorolla. El pino, amoldado al viento, es testigo de esta particular atmósfera.

Felipe Abárzuza, Playa de La Barrosa, 1925. Museo de Cádiz. Fuente: Fernández Lacomba, J., Garófano, R., López Ontiveros, A. y Romero de Solís, D. (2007). Los paisajes andaluces. Hitos y miradas en los siglos XIX y XX. Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía / Colaboración del Centro de Estudios Paisaje y Territorio. (Catálogo).

Respecto al confort climático, el Levante representa precisamente todas las sensaciones que suelen acompañar, pese al ambiente soleado, a un tiempo áspero y arisco. Las altas velocidades de un viento desecante, turbulento y cálido, provocan notables alteraciones del estado de ánimo y la salud, las cuales se ven acrecentadas cuando el viento sopla sin cesar durante varios días. Esta sensación física ha sido codificada a lo largo del tiempo en el imaginario colectivo con calificativos de “maldito Levante”, “tirano” o “locura de Levante”, un desagrado ante este viento muy presente en los textos viajeros. También se alude a sus efectos en la salud en la citada novela de Almudena Grandes:

Para que se haga una idea, en los juzgados de esta provincia se admite el levante como factor atenuante en procesos por lesiones, malos tratos e, incluso homicidio. Y el porcentaje de enfermos mentales del litoral de Cádiz, especialmente en la zona del Estrecho, donde los vientos pegan todavía más fuerte que aquí, rompe por arriba todas las estadísticas nacionales con la única excepción de la Costa Brava, donde sopla la tramontana, que es más o menos lo mismo, aunque no se llame igual. Por eso es preciso que se ponga en guardia contra el levante.

La furia del Levante y sus efectos en el paisaje y sus hombres ha sido magistralmente pintada por Guillermo Pérez Villalta (1948). Nacido en Tarifa, fue integrante de la nueva figuración madrileña y uno de los pintores más representativos del postmodernismo en España; frente a los valores de cierta modernidad abstracta -autenticidad de los materiales y pureza formal-, la pintura de Villalta es de naturaleza totalmente narrativa y su interés por el mundo simbólico y mítico lo distingue de la corriente mayoritaria de la segunda mitad del siglo XX. En esta obra se dan todas las claves del Levante: furia inmisericorde, torrente de fuego, lengua desecante. En definitiva, un castigo divino y la expulsión del Paraíso.

Guillermo Pérez Villalta, Tormenta de Levante, 1987. Colección particular. Fuente: Ajuntament de Palma. (1990). Guillermo Pérez Villalta (Obra 1986-1989). (Catálogo).

SOPLA PONIENTE EN EL ESTRECHO.

Procedente del Atlántico, es un viento del oeste o noroeste, ya que desde el suroeste sopla con fuerza el citado Vendaval, este último -recordemos- portador de fuertes temporales de lluvia en otoño e invierno en todo el arco gaditano. El Poniente, viento del cuarto cuadrante, mantiene un pulso con el Levante al soplar con una frecuencia cercana al 35% en Tarifa, asociándose generalmente al buen tiempo en verano y a un alto nivel de confort climático.

Si el Poniente “viene con menos Norte», es decir, más húmedo y con nubes, el viento presenta una nota muy sugerente: suele asociarse a una nubosidad bastante fotogénica. Estos cielos «a la holandesa» fueron magníficamente captados por el pintor gaditano José Pérez Sigimboscum (1841-1909), en una obra en la que podemos saber que esta escena costumbrista de una azotea de Cádiz sucede bajo un régimen de Poniente gracias a estas nubes mañaneras de vocación atlántica -el suelo está seco, por lo que no estamos con precipitaciones asociadas al periodo lluvioso-. Se trata de una vivienda en la calle Antonio López del casco histórico gaditano, en el que se observa un paisaje urbano marcado por las famosas torres-mirador y el campanario del convento de San Francisco.

José Pérez Sigimboscum, Azotea gaditana, 1895. Museo de Cádiz. Fuente: Fernández-Palacios Carmona, J. M., Fernández Lacomba, J., Olmedo Granados, F. y Sancho Royo, F. (Dirs.) (2007). El agua en la pintura Andaluza. Reflejos del agua en la pintura andaluza. Sevilla: Agencia Andaluza del Agua. (Catálogo).

En verano, las buenas condiciones de temperatura y humedad del viento del Oeste dan como resultado un confort climático envidiable. En esta estación, el Poniente resulta una brisa grata procedente del Atlántico que dulcifica las temperaturas del estío. Suele presentarse con nubes, que se disipan a lo largo del día para dar lugar por la tarde a cielos azules, además de una atmósfera relativamente limpia y con gran visibilidad. Así lo expresa la pintura de Cortés en una mañana en la playa de la Victoria, cuando esta nubosidad empieza a romperse definitivamente. Y es que ¿quién no es feliz en un día de verano con Poniente en Cádiz?

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es 6-Hernan-Cortes-atm-Poniente.jpg

Hernán Cortés, Playa de la Victoria, 1987. Cádiz, colección particular. Fuente: Caja San Fernando de Sevilla. (2005). La luz de Cádiz en la pintura de Cortés. Sevilla (Catálogo). 

En muchas mañanas de Poniente, la suavidad de las temperaturas estivales -a veces frías para esa época del año- se acompañan de nieblas o nubosidad estratiforme que definen los paisajes de las anchas playas gaditanas -la tarde, como dijimos, tornará luminosa y clara-. En este caso, si la luz del Levante es cálida, la del Poniente por la mañana se hace gris, nubosa, plena de frescor. El pintor sevillano Joaquín Sáenz (1931-2017) es el artista andaluz de la segunda mitad del siglo XX que con más continuidad y decisión ha mantenido una intensa dedicación al paisaje andaluz. Conil o Vejer han sido lugares largamente experimentados, observados y vividos por el autor. Si con Abárzuza sentimos el Levante, con Sáenz palpamos la atmósfera mañanera de Poniente, su húmeda niebla, su tenue luz.

Joaquín Sáenz, Playa de Conil / Mañana de niebla, 1990. Museo de Arte Contemporáneo de la Puebla de Cazalla (Sevilla). Fuente: Fernández Lacomba, J., Garófano, R., López Ontiveros, A. y Romero de Solís, D. (2007). Los paisajes andaluces. Hitos y miradas en los siglos XIX y XX. Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía / Colaboración del Centro de Estudios Paisaje y Territorio. (Catálogo).

En cuanto al Estrecho y Tarifa, el Poniente veraniego se asocia especialmente a la transparencia del aire, al observarse con nitidez el continente africano. La contemplación de los dos mares resulta también muy sugestiva, ya que mientras el Atlántico se encrespa con un oleaje llamativo, el paso marítimo se observa relativamente calmado. El confort del Poniente provoca que el paisaje de este viento haya sido codificado en el imaginario colectivo como el más agradable de todos en el verano tarifeño. Gran visibilidad, buena temperatura, ausencia de calor y sequedad, viento suave, playas y mar… todo ello provoca que se hable del Poniente como el paisaje ideal para disfrutar del Estrecho.

LA DUALIDAD LEVANTE-PONIENTE.

La multiplicidad de paisajes existentes en la costa gaditana y el Estrecho gracias al viento suele resumirse en el enfrentamiento entre Levante y Poniente, muy presente en verano. El contraste tan acusado entre estos dos paisajes, el primero una tortura para la salud, el segundo ligado al bienestar y el confort, ha quedado codificado en el imaginario colectivo como una de las señas de identidad de Tarifa y las localidades atlánticas de Cádiz.

Varias son las señales que inciden en esta dualidad. En cuanto a la dirección, uno procede del Mediterráneo y otro del Atlántico, dos mares que a nivel físico y cultural son muy diferentes. Respecto a la fuerza, uno suele ser intenso cuando hace levantera, otro suele asociarse en verano a las brisas procedentes del Atlántico. El Levante suele ser también racheado y turbulento, mientras el Poniente es más constante. El primero es calor desecante -en Sevilla y Córdoba se disparan esos días las temperaturas al soplar también el famoso Solano-, el segundo trae frescor a la costa atlántica -es entonces cuando en Algeciras y Málaga hace calor, sobre todo si el Poniente se presenta con marcada dirección Noroeste-.

Las cualidades visuales son tan diferentes que cualquier referente nos indica el contraste entre ambos vientos; si la nubosidad queda atrapada en Los Alcornocales y en la boca del Estrecho, hablamos de Levante; si las nubes algodonosas proceden del Atlántico, de Poniente; si África está muy visible, Poniente, y si desaparece, Levante; si el mar está agitado en el océano, Poniente, y si lo está el Estrecho, Levante.

Pero no crean que las apreciaciones anteriores provocan un rechazo de los gaditanos hacia el Levante. Por el contrario, este viento es el dueño y señor de la costa de Cádiz, el que otorga personalidad paisajística y cultural al arco atlántico. Odiado y amado, es un elemento identitario de primer orden. En este sentido, siempre llevaré grabado a fuego aquella máxima que me dijo un pescador de Barbate en 2002:

Para disfrutar el Poniente, primero, como todo en la vida, tienes que vivir un día de Levante.

César López Gómez, Levante y Poniente, Tarifa (junio, 2002). En la imagen superior vemos un temporal de Levante, con la clásica nubosidad de estancamiento que impide ver el continente africano y las aguas del Estrecho encrespadas. En la segunda, la luz y el paraiso veraniego de Poniente. Y siempre, sólido y firme, el castillo construido por Abderramán III en el siglo X y defendido siglos más tarde con sangre por Guzmán El Bueno.

NOTA: el Levante es el único viento capaz de haber generado huellas territoriales significativas y visibles en el paisaje de la costa de Cádiz y el Estrecho. Por ejemplo, dunas y arenas que se dirigen hacia el Oeste, procesos de erosión eólica, abanderamientos o abrasión química de la vegetación, dificultades para la roturación y notable presencia de la ganadería, decisiones urbanísticas tomadas en función del viento, señales de protección como cortavientos, topónimos ligados al Levante, abundantes señales del nuevo turismo del viento o el impacto de los aerogeneradores. Pero estos temas o marcas del viento serán tratados en otros posts.

Ir arriba

¿Todavía no estás en mi grupo de WhatsApp? Apúntate GRATIS y recibe información cultural de noticias y actividades.