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De cómo el paisaje del viento enamoró al geógrafo…

En el mes de febrero de 2002, este geógrafo que escribe se encontraba en Tarifa con la intención de estudiar el viento de Levante desde el campo de la Climatología, con el objetivo de recabar datos de distintos parques eólicos y establecer una primera caracterización espacial de este viento con el auxilio de la Estadística. Sin embargo, una visita a uno de estos parques conformados por modernos molinos o aerogeneradores, cerca de un enclave tarifeño llamado Poblana, transformó no sólo el objetivo inicial del trabajo preparatorio para la Tesis Doctoral, sino, también, la trayectoria académica, profesional y vital del doctorando.

Al científico le impactó fuertemente aquel paisaje del viento. Jamás había visto alcornoques de más de diez metros retorcidos, deformados, mutilados por el Levante. La belleza de aquellos venerables y enormes ejemplares motivó una primera elección: el trabajo de investigación inicial -¿recuerdan aquellas «tesinas»?- consistiría desde ese momento en utilizar la deformación de la vegetación como bioindicador para inferir argumentos sobre el viento. Una cosa quedaba clara: el proceso de transformación del científico analítico en dirección a convertirse en un hermeneuta, dragomán o intérprete de este enorme patrimonio natural situado en el confín sur de Europa había dado comienzo.

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¿Quién no se conmueve ante este monumento natural confinado en el extremo sur de Europa?

Una nueva excursión dejó gran huella en el doctorando. La contemplación de acebuches y pinos fuertemente abanderados y deformados en El Palancar -un paso orográfico situado entre las agrestes sierras de Ojén y Cabrito en el que se enclavan distintos aerogeneradores eólicos- provocó un enorme impacto. En la retina quedaron fijados escenarios que no se olvidarán jamás.

Allí se mostraba, súbitamente, un paisaje nacido de los deseos del dios Eolo. En primer lugar, la vista de un Estrecho que ocultaba África por la nubosidad de estancamiento asociada al Levante; en segundo lugar, un paisaje arcano, ganadero, agreste, montaraz, sin huella alguna del arado del hombre debido al dominio del viento; y, en tercer lugar, las deformaciones arbóreas provocadas por la fuerza constante del hijo de Eolo procedente del Este.

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¿Puede haber un paisaje del viento más sugerente y con más claves interpretativas que El Palancar de Tarifa?

El Estrecho y el Levante decidieron marcar para siempre al geógrafo. El primer paso, tal como se dijo anteriormente, fue utilizar estos abanderamientos arbóreos para estudiar y caracterizar el Levante. Este tipo de indicadores ya fueron utilizados a finales del siglo XX en un gran número de trabajos y la relación causa-efecto entre viento dominante y la deformación de los árboles ya fue demostrada experimentalmente en la década de los años 60 del pasado siglo. Es decir, se puede estimar y cartografiar el grado de abanderamiento en un espacio geográfico para, posteriormente, estudiar el comportamiento del viento en el mismo; concretamente se puede inferir la distribución espacial e intensidad relativa de los vientos dominantes en los primeros metros de la atmósfera.

Iniciado este nuevo enfoque de trabajo, se visitó en la primavera y el verano de 2002 buena parte de la provincia de Cádiz, especialmente los municipios de Cádiz, San Fernando, Puerto Real, Jerez de la Frontera., Paterna de Rivera, Vejer de La Frontera, Conil de la Frontera, Barbate, Medina Sidonia, Algeciras, Castellar de la Frontera, San Roque, La Línea, Los Barrios, Benalup-Casas Viejas y Tarifa, con la intención de estimar los posibles bioindicadores del viento de Levante.

Se detectaron y enumeraron especies relevantes por su directa relación con las distintas intensidades del viento y su representatividad. Se seleccionaron: Quercus suber (alcornoque) y Olea europaea var. silvestrys (acebuche); así mismo, el estudio se completó con Eucaliptus camaldunensis (eucalipto), Pinus pinea (pino piñonero) y Pinus halepensis (pino carrasco), especies analizadas en el caso de la ausencia de las anteriores.

Acebuches torturados por el Levante en una zona cercana al núcleo de Facinas conocida popularmente como «El Látigo»

Pero, para aquel entonces, este intenso geógrafo ya se había sumergido en la experiencia del lugar. Así, emocionado por la belleza del viento en aquellas tierras, el científico necesitaba desbordar su perspectiva analítica e incorporar nuevas formas de conocimiento y miradas. Tras presentar el trabajo de investigación relativo a los árboles abanderados y el viento de Levante, la Tesis Doctoral evolucionó entonces hacia planteamientos más integradores e interpretativos ligados al paisaje.

En este sentido, el encuentro con otro tipo de conocimiento marcó esta evolución de la investigación; se trataba del contacto con la fotografía artística. Para la obtención de imágenes de estos abanderamientos el geógrafo utilizó una modesta cámara fotográfica, en aquellos años aún no digital, que sirvió para la ilustración del primer trabajo de investigación. En aquel contexto, el fotógrafo Fernando Arocena -hablaremos de su sugerente Blog en otro post- descubrió en compañía del doctorando estos monumentos vegetales del viento, iniciando así una serie de fotografías dedicadas a los abanderamientos vegetales. El resultado fue el conocimiento de estos bioindicadores pero ya desde otra perspectiva: la mirada artística.

Constituyó un giro decisivo. Con la máxima de que el arte no sólo representa, sino que revela el alma de un lugar, el investigador se sumergió en los testimonios plenos de matices que regala la pintura. No solo la mirada pictórica; también atendió a los argumentos que se infieren desde la literatura o a la información aportada por el conocimiento popular a través de sus dichos, relatos o percepciones.

Cabe destacar que el clima ha sido siempre objeto de atención por parte de otro tipo de perspectivas ajenas al método científico. Más que explicar el clima, abordan dimensiones de este no contempladas desde una perspectiva analítica. Podríamos hablar en este caso de:

  • Refranes que ilustran sobre las condiciones climáticas locales desde la experiencia social o memoria colectiva.
  • Escritores que nos han dejado maravillosos pasajes sobre el viento, como es el caso de Los aires difíciles de Almudena Grandes.
  • Viajeros románticos como Richard Ford o Théophile Gautier que nos dejaron descripciones de los climas andaluces tanto o más completos que los pormenorizados análisis del geógrafo Pascual Madoz.
  • Pintores como J.M.W. Turner o Eugène Delacroix, que fueron capaces de revelar la fuerza de muchos fenómenos meteorológicos; o José Arpa o Joaquín Sáenz, que han transmitido en un lienzo el ambiente atmosférico característico de muchos lugares.

Estas manifestaciones artísticas nutrieron nuevas líneas de investigación y marcaron definitivamente el final de la Tesis Doctoral, un proceso que empezó desde la Estadística y la Climatología, se enriqueció con la Biogeografía y el estudio de los árboles abanderados, y terminó con un estudio integrado del paisaje del viento en el Estrecho de Tarifa. Aquel geógrafo de formación analítica terminó finalmente dos décadas después como Intérprete del Patrimonio. Será la fuerza del viento; cosas de aventados por el Levante…

NOTA: la mirada artística, expresada desde distintas manifestaciones, ha sido o será objeto de nuevos posts. Pueden consultar dos entradas en el Blog:

VIAJEROS: El Estrecho de Gibraltar en la literatura de viajes

PINTURA: Luz de Levante. Luz de Poniente. Pintores en la costa atlántica de Cádiz y el Estrecho de Tarifa

La mirada artística y fotográfica de Fernando Arocena marcó el devenir de la Tesis Doctoral

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