Un millonario norteamericano llamado Archer Milton Huntington, enamorado de España, fundó en 1904 la Hispanic Society of América de Nueva York, una institución que nacía con el objetivo de fomentar los estudios sobre la lengua, el arte y la literatura de España y Portugal. Huntington estaba tan fascinado por la antigua Hispania que visitó y recorrió en numerosas ocasiones tierras ibéricas, recalando en Sevilla para, por ejemplo, participar en las excavaciones de Itálica. Incluso llegó a entrar en contacto con el erudito y arqueólogo Jorge Bonsor, un británico que adquiere en 1902 el castillo de Mairena del Alcor para transformarlo en una romántica residencia privada (ver entrada del Blog sobre Bonsor en Mairena del Alcor).
Huntington también era un enamorado de la obra de Joaquín Sorolla, pintor valenciano que fue requerido tras la inauguración de la Hispanic Society para decorar las salas de esta magna institución con pinturas relativas a las costumbres de España y Portugal. El proyecto, menos ambicioso finalmente que el que se concibió al principio, se inició en 1911 para componer una colección que consta hoy día de una serie dedicada a Castilla, cuatro escenas andaluzas -tres son sevillanas-, dos pinturas sobre Valencia, quedando Aragón, País Vasco, Navarra, Extremadura y Cataluña con una imagen costumbrista cada una.
Una de estas tres obras sobre Sevilla es Los Nazarenos, realizada en 1914 y para la cual Sorolla realizó bocetos de estudio de tono más bien castellano -tipo Zuloaga-, desechados finalmente tras la visita del pintor valenciano a la Semana Santa sevillana de ese año de 1914, cuando vivió una primavera que transformó su percepción sensorial sobre esta celebración religiosa. El resultado, alejado -insistimos- de su tétrica idea inicial, es una colorista composición que tiene tres elementos clave:
1.- La cofradía. Sorolla no representa ninguna hermandad en concreto, sino que compone tras sus apuntes una especie de Semana Santa idealizada que sintetiza todas sus impresiones. Por todo ello, el paso es el de la Virgen del Rosario de Montesión -con el palio realizado en el siglo XIX por Elisa Ribera y sustituido posteriormente por uno de malla-, los nazarenos con la cruz de Santiago -homenaje a Velázquez- son de la Carretería y el penitente central, probablemente, pertenece a la Hermandad del Valle.
2.- Paisaje urbano. Tampoco la calle tiene nombre; podría ser Feria, Placentines o cualquiera de Santa Cruz. Sorolla vuelve al mismo planteamiento: no quiere retratar una calle concreta, sino que sintetiza el alma de Sevilla a través de su arquitectura. Por otro lado, el campanario de la Giralda se eleva sobre el paso -que realiza una maniobra imposible con el fin de resaltar el movimiento compositivo- para decirnos de manera rotunda que estamos en la capital andaluza.
3.- Personajes pintorescos. Por último, todo un catálogo de arquetípicos sevillanos se presenta en esta obra, como mujeres morenas con mantilla negra y abanico, sacerdote y guardias pertenecientes al cortejo, u hombres con sombrero. Llama la atención la atrevida mirada al espectador de algunos de estos tipos populares.
El Jueves Santo mostraremos más obras de Sorolla sobre la Semana Santa de Sevilla, especialmente aquellas más intimistas y, sobre todo, «inmateriales». Pura atmósfera y luz. Belleza plástica. Desde casa, tengan buen Lunes Santo.
Joaquín Sorolla, «Los Nazarenos», 1914. Óleo sobre lienzo, 351 x 300,5 cm. Nueva York, Hispanic Society of America.