Ya hablamos en su momento de lo que pudo sentir Joris Hoefnagel, flamenco encargado de realizar numerosas vistas de ciudades en el siglo XVI, cuando contempló y retrató la ciudad de Toledo desde los miradores existentes en la orilla opuesta del río Tajo. Volvemos de nuevo a la Ciudad Imperial, en este caso de la mano de uno de sus hijos adoptivos más insignes: Doménikos Theotokópoulos, conocido por todos como El Greco (1541-1614).
La relación entre Toledo y el pintor de origen griego es harto conocida, y merece un capítulo específico en este blog. En este caso hablaremos de dos obras de El Greco en las que la capital castellana se convierte en el tema central del cuadro, es decir, no se muestra como fondo paisajístico de una escena principal al ser el mismo paisaje urbano el protagonista, algo extraordinario en el Renacimiento español.
La primera obra a la que nos referimos se titula Vista de Toledo y fue realizada entre los años 1597 y 1599, un óleo sobre lienzo conservado hoy en el Metropolitam Museum of Art de Nueva York. El Greco retrata la ciudad de Toledo desde un punto de vista bajo, no tratándose en ningún caso de una descripción empírica exacta, ya que el pintor invoca sus propias reglas -algo muy valorado por las Vanguardias Históricas- para tomarse algunas libertades a la hora de situar hitos monumentales como el castillo de San Servando a la izquierda, y la Catedral y el Alcázar a la derecha. El Tajo adquiere un alto protagonismo, así como el Puente de Alcántara, que lo salva en el centro de la composición.
Los monumentos están iluminados por una luz fantasmagórica que retrata sus perfiles nítidamente. Los colores, contrastados, eléctricos y manieristas, definen la vertical escena, destacando los seductores verdes del entorno de Toledo y los azulados grises que, con nubes plomizas, definen un encapotado cielo que apunta casi a la abstracción. Estas tonalidades verdes, azules y grises otorgan un aspecto dramático a la escena y ponen de relieve la grandeza de la ciudad. Junto a La noche estrellada de Vicent van Gogh y algunos paisajes de Turner, el cielo toledano de El Greco es considerado como una de las mejores representaciones de la bóveda celeste.
El Greco, Vista de Toledo, 1597-1599. Óleo sobre lienzo, 121 x 109 cm. Metropolitan Museum of Art de Nueva York
La segunda obra que tratamos en este post se realizó poco años más tarde, concretamente en 1610-1614, lleva por título Vista y plano de Toledo y se encuentra en el Museo del Greco de la capital toledana. La mayoría de los investigadores suponen que el autor del encargo fue Pedro Salazar de Mendoza, administrador del hospital de Talavera, aunque otros piensan que el pedido provino del Ayuntamiento de la ciudad.
El plano mostrado en el cuadro es la planta geométrica más antigua conocida de Toledo, realizado por El Greco con tan enorme detalle que algunos estudiosos plantean la hipótesis de que fuera realizado por Jorge Manuel, hijo del pintor y experto en arquitectura. Sin embargo, otros estudiosos dicen que el plano del cuadro es una copia actualizada de otro realizado por el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz durante los años en que residió en Toledo, de 1539 a 1544. Dicho plano es ofrecido al espectador por un joven, trazado con la factura deshecha característica de la época final de El Greco.
En la parte superior del lienzo, protagonizada por eléctricas nubes, se encuentra la Virgen María, que se hace acompañar por una corte de ángeles que portan la casulla de San Ildefonso. La ciudad de Toledo, monumental y grandiosa, se muestra espléndida al destacar el pintor sus fuertes murallas y la enorme extensión de un caserío; con esta vista se contribuye a la difusión de la nueva imagen de la ciudad, al representarse las principales construcciones modernas de aquel momento, como es el Alcázar, la Puerta de Bisagra y, sobre todo, el Hospital Tavera -sobre una nube-, referencia al probable mecenas de esta obra.
Por último, la complejidad de la visión incluyó además una alegoría del río Tajo, con una escultura dorada que vierte el agua y la prosperidad. El río más largo de la península Ibérica pone punto final a esta entrada del blog que quiere destacar cómo El Greco hace del paisaje urbano toledano el tema central de estas dos obras; la ciudad, grandiosa e imperial, se muestra con la «maniera» forma de un pintor que cautiva por el empleo peculiar del color, así como por unas composiciones que siguen reglas particulares. Un antinaturalismo especialmente admirado en el siglo XX, especialmente por el Expresionismo alemán.
El Greco, Vista y plano de Toledo, 1610-1614. Óleo sobre lienzo, 132 cm × 228 cm. Museo del Greco, Toledo