Uno de los mayores atractivos que tuvo la exposición celebrada el pasado año en el Museo de Bellas Artes de Sevilla sobre Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568 – Sevilla, 1649) fue, sin duda alguna, el de poder contemplar al Cristo de la Clemencia de cerca, tal como lo pudo apreciar la persona que encargó esta obra al gran escultor de Alcalá la Real.
Realizado en madera de cedro en 1606 cuando Montañés tenía 38 años y policromado en carnaciones mates por Francisco Pacheco -suegro de Diego Velázquez-, este Cristo fue encargado por el arcediano Mateo Vázquez de Leca para su oratorio privado el 5 de abril de 1603. La obra presenta la clásica y elegante Alargatura manierista, una cuidada anatomía sin tensiones excesivas -estas últimas más propias del Barroco pleno-, escasa presencia de sangre, un soberbio paño de pureza donde la gubia de Montañés se muestra prodigiosa y, siguiendo la iconografía fijada por Pacheco, cuatro clavos.
Pero sobre todo es un Cristo vivo -sin llaga en el costado-, orientado al perdón de los pecados y, especialmente, a la comunicación más directa con el fiel. Por todo ello, la clave es la mirada del Señor hacia cualquiera que se coloca a sus pies, la cual se realza con el apoyo de la cabeza en el hombro derecho y un realismo en rostro, ojos y boca que aumenta la sensación de comunicación directa. Dejo en el Blog las palabras de Mateo Vázquez de Leca en el contrato que firma con Montañés, donde expresa cómo quiere que se realice su Cristo. El texto dice lo siguiente:
El dicho Xpo. crucificado a de estar bibo antes de aver espirado con la cabeça ynclinada sobre el lado derecho mirando a cualquiera persona que estuviere orando a Él pie del, como que le está el mismo Xpo. hablándole, y como quexándose que aquello que padeçe es por el que está orando y assí a de tener los ojos y rostro con alguna seberidad y los ojos del todo abiertos.
(Fuente: Manuel Jesús Roldán, Montañés, 2015, Maratania).
Tras la exposición, clausurada por la COVID-19 el 14 de marzo de 2020, el Cristo de la Clemencia volvió a la Catedral de Sevilla, donde una reja impide contemplarlo tal como lo sentía y miraba Mateo Vázquez de Leca. Fue un lujo esa mirada en el Bellas Artes. Aún la recuerdo.