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Paisajes de Euskadi en el Museo CarmenThyssen Málaga

¿Quieres conocer los paisajes de Euskadi sin salir de Málaga? ¿Quieres disfrutar de la pintura de Sorolla, Zuloaga o Regoyos? ¿Quieres pasear por valles, costas, caseríos vascos? Este post tiene esa intención. Nos ponenos en ruta. Miramos al Norte.

Uno de los cuadros que más centran mi atención cuando visito el Museo CarmenThyssen Málaga es Paisaje al atardecer con dantzaris (ver Fig.1), obra de Valentín de Zubiaurre (Madrid, 1879-1963) en la que cinco dantzaris y un txistulari, algunos de ellos de perfil para insistir en rasgos faciales específicos, centran una composición en la que el paisaje vasco de montes, árboles y caseríos es protagonista. Con el tono bucólico y la tranquilidad que evoca la gama cromática fría de este lienzo, se transmite una cierta idealización de la cultura ancestral vasca y, también, una fuerte sensación de atemporalidad. No es la única obra de este pintor en el museo malagueño, ya que Costa vasca al atardecer, fechada en 1949, retrata la belleza de la desembocadura de la ría de Guernica vista desde cerca de Mundaca mediante una sutil y elegante utilización de colores fríos. Pueden obtener información abundante de estos dos cuadros en los enlaces que cuelgo abajo de la Web del Museo CarmenThyssen Málaga:

Valentín de Zubiaurre, Paisaje al atardecer con dantzaris, s.f. Óleo sobre lienzo, 44 x 59 cm.

Valentín de Zubiaurre, Costa vasca al atardecer, 1949. Óleo sobre lienzo, 34 x 44 cm.

Fig. 1. Valentín de Zubiaurre, Paisaje al atardecer con dantzaris, s.f. Museo CarmenThyssen Málaga.

Pero otros paisajes vascos también nos asaltan en nuestro paseo museístico por Málaga. Así, el puerto de Bilbao es objeto de atención en 1900 por parte de Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840 – Málaga, 1924), paisaje idealizado por un pintor que en este caso se muestra contenido en su gama de color si lo comparamos con la intensidad colorista de los paisajes mediterráneos que centran gran parte de su obra. Llama la atención cómo el artista valenciano refuerza el carácter desapacible de la atmósfera cantábrica, gris y nublada, mediante el punto de cálida luz que ofrece la hoguera de la parte inferior derecha. Por otro lado, el paisaje se resuelve mediante una pincelada suelta y plena de energía, en consonancia con la modernidad de principios de siglo XX.

Otro de los artistas fundamentales para contemplar los paisajes de Euskadi es Darío de Regoyos y Valdés (Ribadesella, Asturias, 1857 – Barcelona, 1913), representante del mejor impresionismo en nuestro país. En 1900 pinta el paisaje de Hernani (ver Fig. 2), en 1902 nos ofrece el paso del tren en Ategorrieta y en 1906 retrata de noche el Paseo de La Concha de San Sebastián. En el primer cuadro, Regoyos insiste en la figura humana como parte indisociable de un paisaje tratado siempre con líneas horizontales y diagonales, y donde la profundidad se construye mediante el color -en este lienzo intenso y eléctrico-, es decir, utilizando tonos malvas, marrones y verdes. En la segunda obra, el pintor asturiano refleja el ambiente otoñal del paisaje vasco y la vida cotidiana de dos mujeres viendo el paso de un tren, representado en este caso sin la parte delantera de la locomotora, ya que el humo indica el movimiento de la veloz máquina. Y en el tercer cuadro, Regoyos ofrece un nocturno en el que la conjunción de luces naturales y la luz eléctrica resulta muy seductora. Para informarse con profundidad sobre estos cuatro cuadros, remito a los siguientes enlaces:

Antonio Muñoz Degrain, Puerto de Bilbao, 1900. Óleo sobre lienzo, 83 x 129,5 cm.

Darío de Regoyos y Valdés, Paisaje de Hernani, c. 1900. Óleo sobre lienzo, 50 x 61 cm.

Darío de Regoyos y Valdés, El paso del tren, 1902. Óleo sobre tabla, 35 x 55 cm.

Darío de Regoyos y Valdés, La Concha, nocturno, c. 1906. Óleo sobre lienzo, 54 x 65 cm.

Fig. 2. Darío de Regoyos y Valdés, Paisaje de Hernani, c. 1900. Museo CarmenThyssen Málaga.

Por último, dos grandes representantes de la pintura del cambio de siglo XIX al XX centran el final de esta entrada del Blog. Nos referimos, en primer lugar, a Ignacio Zuloaga y Zabaleta (Éibar, Guipúzcoa, 1870 – Madrid, 1945), genuino representante de la visión pesimista de España que entronca con el pensamiento de la Generación del 98. Su Corrida de toros en Eibar (ver Fig. 3), de 1899, es una obra juvenil que ya muestra los intereses del pintor vasco: encuadres arquitectónicos, tipos populares y humildes presentados con dignidad, y vector realista en la mirada. La influencia de Goya en la crudeza de la fiesta es también palpable en una pintura de oscuros tonos que remite a la llamada «España negra», que contrasta con esa otra «España blanca» del pintor que vemos en segundo lugar: Joaquín Sorolla.

Al pintor valenciano pertenece este Rompeolas de San Sebastián (ver Fig.4), obra creada en 1917 que muestra el interés por el paisaje y, sobre todo, por la incidencia de la luz en el mismo, en un luminismo que se atempera en este caso por los grises del paisaje vasco. Tal como dice la Web del Museo CarmenThyssen Málaga, «el día que capta es el típico día de San Sebastián nublado, húmedo, con el mar intranquilo, sin estar enbravecido». Distintas figuras están presentes en el cuadro contemplando el paisaje, aunque Sorolla centra su mirada en el mar y el monte Ulía, expresión de una naturaleza que se hace aún más grandiosa ante la insignificancia de los personajes del cuadro. Para más información consulte los enlaces siguientes:

Ignacio Zuloaga y Zabaleta, Corrida de toros en Eibar, 1899. Óleo sobre lienzo, 150 x 200 cm.

Joaquín Sorolla y Bastida, Rompeolas de San Sebastián, 1917. Óleo sobre lienzo, 52 x 72 cm.

Con Zuloaga y Sorolla terminamos nuestro periplo vasco por el Museo CarmenThyssen Málaga, con ocho obras en total que han insistido en la singular belleza del paisaje y su relación con la cultura ancestral y milenaria de sus habitantes.

Fig. 3. Ignacio Zuloaga y Zabaleta, Corrida de toros en Eibar, 1899. Óleo sobre lienzo, 150 x 200 cm. Museo CarmenThyssen Málaga.

Fig. 4. Joaquín Sorolla y Bastida, Rompeolas de San Sebastián, 1917. Óleo sobre lienzo, 52 x 72 cm. Museo CarmenThyssen Málaga.

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