En una pasada entrada del Blog dedicábamos nuestro tiempo a una obra de José Domínguez Bécquer (1805-1841) -padre del también pintor Valeriano Domínguez Bécquer (1833-1870) y el escritor Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)-, titulada La Giralda vista desde la calle Placentines, realizada en 1836 -ver el post titulado La Giralda de Sevilla en el Museo Thyssen Málaga-. En este gran museo malagueño también encontramos cuadros del otro componente de esta saga familiar que marcó la cultura sevillana del siglo XIX: Joaquín Domínguez Bécquer (1817-1879), primo hermano de José Domínguez Bécquer.
Tras sus estudios primarios, Joaquín asiste a la Escuela de Bellas Artes de Sevilla y al estudio de su primo José, especializándose en pintura costumbrista, con cuadros de asuntos populares vendidos en su mayor parte a viajeros románticos. Participó en las distintas exposiciones que se organizaban en la ciudad -por ejemplo, las del Liceo Sevillano en 1838 o 1840-, siendo director de las obras de restauración del Alcázar de Sevilla en 1845 para, cinco años después, figurar como pintor de cámara de la reina Isabel II. En 1847 lo vemos como profesor y académico de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla y en 1866 es elegido académico de la Real de San Fernando de Madrid. También estuvo vinculado a los Duques de Montpensier, en cuyo palacio de San Telmo ejerció como preceptor de dibujo de sus hijos, pintando también distintos retratos para Antonio de Orleans y María Luisa Fernanda de Borbón.
El cuadro que nos ocupa se titula La Feria de Sevilla, pintado en 1867, tema recurrente para los pintores románticos junto a la Semana Santa, en el que se plasman aspectos pintorescos -dignos de pintarse- muy del gusto de la burguesía europea de la época. La Feria de Sevilla fue una iniciativa de los industriales José María Ybarra y Narciso Bonaplata, quienes propusieron en 1846 al Ayuntamiento instituir a partir del año siguiente una feria de ganado. Dicha feria comercial fue evolucionando rápidamente hacia un tono más festivo, con un aire bullicioso, exhibicionista y popular que rápidamente atrajo a los pintores románticos.
En cuanto al paisaje urbano, en la obra de Joaquín Domínguez Bécquer podemos ver cómo aquella Feria se ubicaba por entonces en el Prado de San Sebastián, a extramuros de la ciudad, donde se levantaban las casetas de los feriantes y acudían gentes de todo tipo y condición a disfrutar de este evento lúdico y comercial. En este lienzo destaca la presencia de la desaparecida Puerta de San Fernando -construida en 1760 y también llamada como Puerta Nueva-, definiendo el fondo del cuadro los árboles de los jardines del Alcázar y la Catedral de Sevilla con la Giralda.
Respecto a los personajes pintorescos y el ambiente popular de la fiesta, en el cuadro observamos tiendas, casetas y entoldados, además de varios caballeros y damas de la alta sociedad que pasean a caballo o en coche para no mezclarse con el gentío. Unos ganaderos comen de una olla común en la parte izquierda, otro exhibe un caballo y algunos quieren vender un burro enfermo a un inocente comprador, todo ello junto a una hilera de casetas donde se fríen y venden buñuelos. Según la Web del Museo CarmenThyssen Málaga, «en esta deliciosa escena festiva de la vida sevillana, Joaquín Domínguez Bécquer deja bien patente su maestría en la observación pintoresca de los diferentes tipos populares que acuden a la feria, descritos con una minuciosidad colorista y anecdótica, de gran efecto narrativo, que consigue atraer irresistiblemente la atención del espectador». Ver enlace Web Museo CarmenThyssen MÁLAGA.
Joaquín Domínguez Bécquer, La Feria de Sevilla, 1867. Óleo sobre lienzo, 56,5 x 101 cm. Museo CarmenThyssen Málaga.