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Giuseppe Pellizza da Volpedo, «Il Quarto Stato», 1901

Desde mi adolescencia, en la década de los 80, siempre me llamaba la atención un cuadro colgado en el domicilio familiar de Tocina, provincia de Sevilla, en aquellos años salpicado también de otras láminas más usuales como las típicas imágenes de Sorolla, Goya, Murillo, Zurbarán o Velázquez. Aquel cuadro era como un imán por su gran tamaño, por los dominantes tonos ocres del conjunto y por las tres figuras que avanzan hacia el espectador, especialmente la mujer que, con un niño en sus brazos, parecía implorar algo al hombre que, decididamente, encabeza un grupo de obreros.

Con el tiempo descubrí el valor y la fuerza de esta pintura, popularizada por Bernardo Bertolucci en el film Novecento. Se trata de una obra maestra del Realismo Social, titulada Il Quarto StatoEl Cuarto Estado-, del pintor italiano Giuseppe Pellizza da Volpedo, un monumental cuadro que hoy podemos contemplar en el Museo del Novecento de la ciudad de Milán. Nacido en la localidad piamontesa de Volpedo en 1868, el autor de este lienzo se formó en la Academia de Brera -institución milanesa que tenía como objetivo potenciar las artes y la cultura-, para continuar su carrera luego en Roma y Florencia. En la Ciudad Eterna, Pellizza hizo amistad con Giacomo Balla -representante del Futurismo-, asistiendo con frecuencia a su taller e introduciéndose en el divisionismo, este último un estilo pictórico italiano -paralelo al puntillismo francés- derivado de las experiencias postimpresionistas y basado en la separación de colores en puntos individuales que interactúan ópticamente.

Con esta técnica divisionista realizó Pellizza esta gran obra llamada en un principio Il cammino dei lavoratoriEl camino de los trabajadores-, creada en 1901, cuando los frutos de la Revolución Industrial eran más que evitentes, así como los problemas sociales y políticos derivados de las malas condiciones de vida de la clase trabajadora, el proletariado o «Cuarto Estado», es decir, la mano de obra que sostenía todo el sistema. Además de este marco histórico, extensible al resto de Europa, hay que tener en cuenta también el contexto específico italiano: tras la unificación de 1870, surge en el ambiente la denominada «desilusión postunitaria», que se plasma en una nueva pintura donde se denuncia la débil estructura del nuevo estado unificado, incapaz de responder tanto a las necesidades del Sur, como a los nuevos problemas sociopolíticos surgidos en el industrial Norte. Es el caso de este cuadro de Pellizza, que se inspiró en una huelga de braceros que había tenido lugar en la llanura del río Po, convirtiéndose con los años en todo un símbolo del movimiento sindical en Italia y un icono de la lucha social en toda Europa.

Fue una obra concienzudamente preparada con antelación por el pintor italiano, ya que hay dos bocetos firmados por Pellizza que llevan por título Ambasciatori della fameLos embajadores del hambre-, de 1892, y Fiumana -Riada de gente-, de 1896, imágenes que pueden ver al final del post. En cuanto al lienzo definitivo, la composición remite a una gran masa de trabajadores, los Malaspina de Volpedo, que emerge de un fondo paisajístico para avanzar de forma firme y decidida. Al frente destacan tres figuras. Por un lado, dos hombres, ambos con sus cabezas cubiertas y características barbas, que miran fijamente y se dirigen hacia nosotros -¿o avanzan hacia el futuro?-. Por otro lado, una mujer -es Teresa Bidone, la esposa del autor-, que, según unos, implora la necesidad de ese avance, lento, robusto, pacífico, que va a provocar la emergencia del «Cuarto Estado», y, según otros, suplica calma ante el temor por los posibles efectos de la manifestación y huelga.

Las demás figuras corresponden al resto de los manifestantes, todos ellos personajes que realizan gestos individuales muy naturales. Algunos obreros llevan bebés, otros se defienden del sol abrasador con la mano, algunos platican entre ellos, pero todos transmiten la sensación de unidad en la marcha, hecho potenciado por la horizontalidad de la composición, que de manera muy sutil evoca la igualdad social -formalmente también es una reivindicación del Clasicismo, ya que recuerda los frisos grecolatinos-. Además, debido a las dimensiones del lienzo original -293 cm de alto y 545 cm de ancho-, son figuras a tamaño natural, lo que provoca un fuerte impacto en el espectador.

Por otro lado, la técnica divisionista de Pellizza permite crear los efectos ópticos deseados en relación con el color. Ya comentamos antes que dicho proceso consiste en yuxtaponer puntos de color individualizados directamente sobre la superficie en la que hay que pintar -sin mezcla previa en la paleta-, con el objetivo de crear una imagen cromáticamente global en la retina del espectador. El divisionismo permitió a Volpedo representar esta escena en movimiento enfatizando los contrastes de luz entre los siguientes planos: el paisaje del fondo, caracterizado por la profusión de verdes y azules -colores fríos-, el plano medio, con la masa obrera que avanza lentamente bajo el arco -colores tenues y amables que hablan de paz-, y un primer plano, con las dinámicas tres figuras que acrecientan su movimiento y energía gracias a la luz vertical y las firmes sombras proyectadas -tonos más intensos y definidos-. Por último, quiero destacar que aquellos colores ocres que captaron mi atención en la adolescencia constituyen también un homenaje de Pelliza a la paleta presente en la obra de Leonardo da Vinci -prueben a elegir cualquier cuadro del genio del Renacimiento y comparen-.

Terminamos diciendo que Il Quarto Stato se mostró por primera vez en la Prima Esposizione Internazionale d’Arte Decorativa Moderna de Turín, en 1902, teniendo escaso éxito en esta y otras exposiciones por su carácter subversivo. Sin embargo, la imagen empezó a ser reproducida en periódicos y folletos de distintas tendencias políticas de izquierdas en la década de 1910. Gracias a una suscripción popular, fue comprada a los herederos del artista por el Comune de Milán en 1920, que lo instaló en el Castello Sforza. El régimen de Mussolini obligó a retirarlo de allí y el cuadro permaneció oculto hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando pudo ser recuperado y nuevamente expuesto. 

NOTA: Pellizza se suicidó ahorcándose en el estudio de su localidad natal de Volpedo, cuando solo tenía treinta y ocho años de edad, el 14 de junio de 1907.

Giuseppe Pellizza da Volpedo, Il Quarto Stato, 1901. Óleo sobre lienzo, 293 cm x 545 cm. Milán, Museo del Novecento.

Giuseppe Pellizza da Volpedo, Ambasciatori della fame, 1892. Boceto preparatorio de Il Quarto Stato.

Giuseppe Pellizza da Volpedo, Fiumana, 1896. Boceto preparatorio de Il Quarto Stato.

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