Considerado como la segunda pinacoteca española, el Museo de Bellas Artes de Sevilla es valorado especialmente por la colección de sus 14 salas o por la magnífica arquitectura de Juan de Oviedo. En este breve artículo del Blog te invito a conocer este antiguo Convento de La Merced desde otra mirada: la del jardín. Sus patios y claustros constituyen un hortus conclusus que encierra las claves del edén meridional, de gran tradición filosófica y literaria, claves plasmadas en este caso en su arquitectura, vegetación, agua y ordenación, valores fielmente plasmados por Gonzalo Bilbao o Daniel Bilbao.
El lugar que ocupa actualmente el Museo de Bellas Artes fue desde finales del siglo XIII el gran Convento de La Merced, perteneciente a una orden religiosa dedicada a la redención de cautivos cristianos capturados por turcos o berberiscos. El edificio que podemos contemplar hoy, de trazas barrocas, fue diseñado en el siglo XVII por el arquitecto Juan de Oviedo, constituyéndose en Museo Provincial por Real Orden de 16 de septiembre de 1835 con el objetivo de reunir las obras pertenecientes a las órdenes religiosas suprimidas tras la Desamortización de Mendizábal de 1835.
El noviciado del antiguo convento fue incendiado por los franceses en 1810 y su alma y solar, convertidos en plaza en 1846, un nuevo espacio público presidido por la fachada neoclásica construida en el proceso de adaptación de convento a museo. En 1864 se instala en su centro la estatua de Murillo y en la década de los años 20 del pasado siglo Juan Talavera ajardina la plaza con naranjos y algunos arriates de arrayán, rosales, pitosporos y acantos, destacando dos magníficos ejemplares del árbol de las lianas que aún podemos disfrutar hoy. Un solitario magnolio, dos altas palmeras, varias jacarandás y algunos árboles de Júpiter completan la plaza actual, que vivió su última remodelación tras la Guerra Civil. Fue precisamente en la década de los 40 del siglo XX cuando se decide construir una fachada neobarroca presidida en este caso por la portada original de la iglesia conventual, anteriormente ubicada en la calle Bailén (aún pueden verse las marcas del lugar donde estuvo).
El interior del museo aún conserva la estructura original del antiguo convento, enorme edificio rodeado de altos muros y calles muy estrechas que se ilumina, embellece y ventila tal como dicta la tradición sevillana: desde sus patios interiores. El Museo de Bellas Artes de Sevilla cuenta con cuatro patios que condensan las claves del jardín sevillano u hortus conclusus:
- Paraíso interior y privado: los patios articulan todas las estancias del actual museo, la arquitectura tiene la misión de embellecer el cerramiento del jardín y este último responde filosóficamente al espacio protegido del exterior y evocador de un antiguo Edén con “cielo privado”.
- Agua: sin el líquido elemento no hay huerta ni paraíso en un entorno con clima mediterráneo como es el nuestro. Al margen de permitir el riego, los reflejos de las albercas o el sonido de fuentes y surtidores amenizan el lugar y nos adentra en la función del agua como ornato.
- Vegetación de huerta: en estos espacios íntimos y sagrados el vergel lo constituye fundamentalmente las especies hortelanas, los naranjos y frutales, los cuales ofrecen olores, sabores, sombra… Todo un regalo de los dioses.
- Orden cósmico: frente al caos exterior y el ruido, el claustro o patio resulta un silencioso espacio ordenado, un diseño que remite a un orden geométrico siempre centrado por fuentes o albercas.
El primero de los paraísos que te invito a ver en este antiguo convento mercedario es el Patio del Aljibe, cuyas galerías se ven realzadas por azulejos procedentes de distintos conventos sevillanos y varias macetas de aspidistras. En el centro del patio se sitúa un pozo flanqueado por macetones de acebuches; los culantrillos pueblan unas paredes que enfocan el agua del aljibe.
A este patio daba antiguamente la sacristía, que comunicaba con la gran iglesia, hoy destinada a albergar los lienzos de Murillo. Desde los años 40 del pasado siglo es el Patio de las Conchas, un precioso jardín flanqueado por cuatro altos cipreses, con diversas macetas de esparragueras, clivias y helechos, además de arriates de cintas, damas de noche y jazmines. Una fuente vierte su agua a una alberca delimitada geométricamente por setos de arrayán, con peces de colores jugando entre nenúfares; es el alma de la composición, una perfecta recreación del jardín sevillano.
El Patio del Aljibe también es la antesala de los dos grandes claustros que albergaba este convento, orgullo de sus moradores, dos jardines interiores comunicados visualmente por la bella escalera imperial que diseñara Juan de Oviedo. El Patio de los Bojes cuenta con una galería poblada de macetas de helechos, aspidistras, esparragueras, costillas de Adán y jazmines. En su centro, una fuente es el punto de atención de una sinfonía de setos de arrayán en el que hexágonos y otras matemáticas formas revelan cómo la geometría es parte indisoluble del jardín meridional.
El Claustro Mayor, joya de la arquitectura barroca sevillana y hermoso catálogo de azulejos del siglo XVII, cuenta con bellas galerías adornadas de jazmines y macetas de aspidistras y ficus; una fuente central, flanqueada por dos cipreses, es el centro de ocho arriates delimitados por setos de arrayán que albergan naranjos, palmeras, nísperos, damas de noche, cintas y clivias. Un paraíso en el que la antigua espadaña proyecta su sombra y donde el silencio solo se rompe con el canto de los pájaros que pueblan el lugar. Cualquier viajero siempre se asombra que a pocos metros se encuentre el bullicioso tráfico de Sevilla.
Con estas breves pinceladas realizadas a través de la palabra, acompañadas del color de Gonzalo Bilbao o la visión estructural de Daniel Bilbao -este último sobrino biznieto del primero-, te invito a enriquecer la mirada y ver desde la óptica del jardín el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Es un placer inmenso, de gran valor y a bajo precio. Recuerda que el acceso es gratis…