La revolución del conocimiento de los siglos XV y XVI tuvo como protagonista la imprenta, en aquel tiempo con un papel similar al ejercido a finales del siglo XX por Internet y, en un futuro ya cercano, por la tecnología 5G. En el contexto hispano, la Sevilla del siglo XVI fue centro fundamental en relación con la producción de libros, actividad capitalizada por la imprenta perteneciente a los Cromberger.
Esta familia, de origen alemán, se afincó en Sevilla a finales del siglo XV, estableciendo en esta ciudad la imprenta española más importante, dinámica y emprendora de la primera mitad del siglo XVI, un patrimonio «Marca Sevilla» que la capital de Andalucía, a veces sólo conocida por otras facetas, debe restaurar inmediatamente. Con sólo un número se certifica la importancia de esta imprenta instalada en la actual calle Pajaritos: de estos talleres salieron 600 ediciones, con miles de libros vendidos por toda Europa, un número excepcional en el contexto español de la época.
Esta familia de impresores comienza con la llegada a Sevilla a finales del siglo XV de Jacobo Cromberger -también conocido como Jácome-, natural de Nuremberg (Alemania) -el país más importante en relación con la impresión de libros en este periodo-, un hombre que hoy sería calificado como «avispado emprendedor». En la capital andaluza trabajó en el taller de los exitosos Meinardo Ungut -de origen alemán- y Estanislao Polo -polaco-, casándose luego con la viuda del primero y quedándose así con el control de la mejor imprenta de Sevilla. Desde 1503 se hizo cargo de numerosas ediciones, instalando su taller ya en la calle Pajaritos en 1511. Tal fue el éxito obtenido, que llamó la atención del rey Manuel I, quien le invitó sin conseguirlo a trasladar su actividad a Portugal.
La labor de Jacobo fue continuada por su hijo Juan Cromberger, sin duda alguna pieza clave de esta saga familiar, que, convencido por el obispo de México y el virrey de Nueva España, fundó en 1539 la primera imprenta americana en la capital azteca -!ay! si el primer taller americano de libros hubiera sido anglosajón e hijo de un taller de Londres; la de series y películas que hubiéramos tenido…-. La imprenta sevillana tuvo desde esa fecha, nada más y nada menos, que el monopolio sobre la publicación y la exportación de libros en América.
Juan Cromberger murió rico en 1540, dejando nueve hijos, todos ellos menores de edad. La imprenta, insistimos la más famosa de su momento, fue dirigida entonces por su mujer: Brígida Maldonado. Hija de libreros salmantinos, fue una mujer fuerte e inteligente, astuta y emprendedora; lejos de buscar nuevo marido, llevó -¿o ya llevaba?- la poderosa imprenta. Durante más de un lustro, manejó las riendas de esta empresa de manera exitosa, ya que supo explotar comercialmente el deseo del gran público hacia los best-sellers de la época. Pero es que, además, no se conformó con libros de éxito: asumió el riesgo de editar nuevos títulos, que se convirtieron inmediatamente en éxitos de venta, o editó de forma novedosa publicaciones que podían desglosarse en distintas ediciones -a modo de antiguos fascículos-, que se vendían conjuntamente o de forma separada.
Su hijo Jácome ya no estuvo a la altura de la madre, empezando con él el ocaso de la saga Cromberger. Así, empezó a ejercer el oficio de tipógrafo hacia 1545, dejándolo en 1550, y, pese a casarse con la hija de un próspero editor, terminó cargado de deudas y marchándose a América, falleciendo pocos años después. Con la muerte de Jácome Cromberger se pone fin a una familia de impresores que tuvieron establecido su taller en la «Ciudad española de los Libros del siglo XVI», concretamente en la que fue llamada durante décadas como «Calle de la Imprenta», desde el siglo XVIII denominada como Pajaritos por un bar que tenía jaulas de aves cantoras en su puerta.
Por otro lado, en un tiempo de dominio del patriarcado masculino, esta imprenta fue conducida de manera comercial y brillante por una mujer a la que Sevilla debe recordar: Brigida Maldonado. Terminamos con el texto de la placa conmemorativa de mármol instalada en la citada calle Pajaritos.
Llamose antiguamente esta calle de la Imprenta por haber establecido en ella en 1511 su taller tipográfico el alemán Jácome Cromberger, cabeza de una dinastía de impresores que de 1503 a 1557 produjeron los más bellos libros góticos de España y los más raros y peregrinos. De este taller salió su operario Juan Pablos, que en 1539 estableció en Méjico la primera imprenta que hubo en América, filial de la oficina sevillana de Juan Cromberger.